Comentario
El problema no sólo de los orígenes del cristianismo, sino de la formación y la vida de las comunidades cristianas, durante al menos los cinco primeros siglos, presenta en Hispania y en general en todo el Occidente del Imperio una notable escasez de documentos concretos y auténticos, tanto literarios como arqueológicos. La excepción de este pobre panorama son la diócesis de Cartago y de Roma. En ambas se conoce la existencia de grupos cristianos desde mediados del siglo I.
Por el contrario, durante la Alta Edad Media la producción hagiográfica es enorme, aunque en muchos casos confusa o carente de todo fundamento. El deseo de ennoblecer los orígenes cristianos de ciudades y países, relacionándolos con los santos, mártires y apóstoles del cristianismo primitivo, desarrolló una ingente producción de testimonios que, con frecuencia, tienen más de imaginarios que de históricos. El éxito de esta poco fiable historiografía medieval es tan grande que a partir de este período tales reconstrucciones han entrado en la conciencia popular, llegando a caracterizar la identidad religiosa de determinadas áreas geográficas.
Muchos de estos planteamientos historiográficos han pervivido en los estudios modernos sobre la historia de la Iglesia antigua en España, alejados de planteamientos históricos rigurosos y considerando la historia eclesiástica al margen del contexto histórico en que se desarrolló, el de la España romana. A esta visión, descontextualizada históricamente, se han sumado durante muchos años planteamientos confesionales que defendían la especificidad del cristianismo no sólo en cuanto a la moral, sino también en lo referente al culto, a los elementos doctrinales, etc., hasta el punto de conferir al cristianismo un grado de originalidad sobrenatural. Así, la historia de la Iglesia se reduce a un fenómeno puramente eclesiástico, no histórico.
Hoy día, la mayoría de los estudiosos de la historia del cristianismo antiguo suscriben las palabras de Mazzarino cuando afirmaba que "la historia del Imperio Romano es también la historia de la conversión del Imperio Romano en Imperio Cristiano". En estos últimos años se ha instaurado un nuevo método de estudio, sincronizando la historia eclesiástica con el ambiente político-social del mundo romano. En esta línea, la visión de M. Sotomayor sobre la Iglesia antigua es sin duda la historia de conjunto más interesante del panorama español. Y en esta misma línea cabe señalar los trabajos de Teja, Escribano y Fernández-Ubiña, entre otros.
Las fuentes literarias antiguas de la Iglesia hispana no son muy numerosas. Algunos autores se han referido a ésta como la Iglesia del silencio. Lo cierto es que, en la reconstrucción de la formación y la vida de las primeras comunidades hispanas, la información específica está muy por debajo de los deseos del historiador. Pero las noticias que, a través de los cánones conciliares o de las fuentes literarias poseemos, nos permiten suponer una historia de la Iglesia hispana paralela al resto de las iglesias occidentales. El ambiente social era el mismo, idénticos problemas internos y externos, igual el marco jurídico de las asociaciones religiosas para todo el Imperio -al que las comunidades cristianas se acogieron ya antes de Constantino- y la misma normativa jurídica para todas las iglesias, tras el acceso al poder de Constantino. Así, es posible salvar algunas lagunas, establecer ciertas actitudes y comportamientos y explicar algunos otros, teniendo como referencia las otras iglesias occidentales.
Las fuentes literarias primordiales para el estudio del cristianismo hispano son las colecciones de concilios hispanos (F.A. González y J. Vives-T. Martín-G. Martínez) y las obras de Prudencio, Paciano, Hidacio, Orosio, Prisciliano, la carta encíclica del obispo Severo, Gregorio de Elvira, los padres emeritenses e Isidoro de Sevilla, principalmente, entre los autores antiguos. La epigrafía no es a menudo demasiado significativa, por tratarse en su mayor parte de inscripciones funerarias; se encuentra sustancialmente recogida en las obras de Hübner y Vives, aunque la antigüedad de estas obras implica que inscripciones halladas en las últimas décadas se encuentran publicadas en revistas dispersas o en memorias de excavaciones.
También resulta imprescindible como instrumento de trabajo el Diccionario de Historia Eclesiástica de España. Asimismo la arqueología cristiana ofrece todavía un campo de estudio, muy amplio y si actualmente, gracias a los trabajos de Schlunk, Sotomayor -especialmente sobre los sarcófagos romano-cristianos- y Palol, se conoce un poco mejor la historia de la Iglesia hispana, es de esperar que en el futuro los nuevos hallazgos arqueológicos arrojen más luz sobre la misma.